Musical Overdose
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Anonymous, la película

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Mensaje por radiogaga Sáb Feb 04, 2012 11:26 am

Es que, en esta versión de la polémica sobre quién escribió realmente las obras de Shakespeare, las mugrientas y asquerosas calles de Londres en el siglo XVI están llenas de chicos bonitos y chicas esbeltas que se parecen el uno al otro de la misma manera que se parecen los modelos en esos anuncios de diez páginas de la revista Vogue, donde modelos esqueléticos se tienden sobre sofá camas en baja luz y con la misma vacuidad miran con indiferencia al vacío.

Intenté, de veras intenté, seguir con atención quién era quién en Anonymous, que goza de una escenografía maravillosa gracias al director Roland Emmerich. En su visión de Londres, la ciudad prácticamente respira hollín y rezuma lodo; el ajetreo de comerciantes y el resoplo de caballos abarrotan sus calles. La evocación de la Torre de Londres, el palacio y prisión, que dominaba la ciudad y servía para recordarle constantemente a la ciudadanía de la severa autoridad de la Corona, es lo mejor de todo. Emmerich, director de espectáculos con efectos especiales exagerados tales como 2012, The Day After Tomorrow (El día de mañana) y Godzilla, por fin logra darle buen uso a su técnicas visionarias. Su Londres es un personaje, tanto como sus actores, y en algunos casos es mucho más convincente en su actuación.

Esto no significa que el joven elenco de Emmerich carece de talento —es que para el tercer carrete de la película, el bien parecido conde de Southampton, el guapo conde de Essex y todos sus igualmente perfectos amigos empiezan a formar una singularidad de párpados caídos difícil de creer, capaz de ser identificados sólo por las chicas que decoran sus dormitorios con los carteles de dichos actores—. Lo mismo se puede decir de las jóvenes, que van y vienen de forma idéntica, sus pechos cruelmente aplastados por esos espantosos escotes que deben dejar marcas en la piel como los tatuajes que seguramente se esconden bajo toda esa finura de seda. Entre los chicos podemos disfrutar de algunas interpretaciones muy buenas —especialmente Edward Hogg como Robert Cecil, el antagonista jorobado, que es despreciable; y Sebastian Armesto en el papel de Ben Jonson, el poeta y dramaturgo de sentimientos encontrados que sabe el secreto de quién es el autor verdadero de Romeo y Julieta y Hamlet—. Armesto, especialmente, parte corazones en la coda de la película, cuando confiesa su traición por celos del dramaturgo.

Dicho dramaturgo no es, por supuesto, William Shakespeare, cuyo papel, interpretado por Rafe Spall (Shaun of the Dead (Una noche... de muerte)) es el de un actor de segunda categoría totalmente depravado que sólo sabe pavonear. (La aceptación de su autoría por el público isabelino hoy día sería comparable a si todos nosotros de buenas a primeras creyéramos que Ashton Kutcher escribió las obras completas de Edward Albee).

No, el verdadero dramaturgo es el conde de Oxford, un ser sensible de mediana edad que ha estado escribiendo estas obras maestras en secreto toda su vida, su publicación prohibida por las constricciones de la sociedad puritana. La actuación de Rhys Ifans refleja una sensibilidad subestimada, en la cual se centra firmemente la película.

La mejor de todos, sin embargo, es Vanessa Redgrave como Isabel I, la monarca decadente, con una voluntad de hierro pero vulnerable, aniñada y monstruosa. Sus escenas finales, que reflejan las decisiones de Isabel y las alianzas que formó para conservar su corona, resuenan con el tipo de arrepentimiento que nosotros, los mortales de menor rango, podríamos a veces sentir, y la resignación que a la larga debe acompañarlo.

Anonymous alcanza su mayor efectividad cuando se convierte en una reflexión sobre el poder del teatro en vivo. Emmerich prepara ese escenario, por así decirlo, en el preludio contemporáneo y en el epílogo, discursos pronunciados por el gran Derek Jacobi a un público oculto en un teatro de Nueva York. Y el tema se reafirma a través de varias escenas de teatro isabelino maravillosamente presentadas, en donde un público embelesado se esfuerza hacia adelante para unirse de manos con Enrique V durante su inspirador discurso del día de San Crispín, y le arrojan comida al aborrecido Ricardo III.

Las escenas finales de Anonymous están repletas de revelaciones, las espantosas verdades a las cuales se enfrentan súbitamente los personajes cuando se dan cuenta de quién está emparentado con quién, quién se acostó con su propio padre o madre y cuál de los guapos libertinos es hijo de cuál viejo aristócrata. De veras, es como si estas personas hubieran vivido toda la vida sin saber quién era quién.
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Mensaje por radiogaga Sáb Feb 04, 2012 11:27 am

Muy buena la película
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